Semáforo verde, semáforo rojo
07/05/2009   Lecturas: 8.071

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No resulta fácil describir a los sindicatos españoles en unas pocas líneas. Esperemos con unos brochazos dar una imagen suficiente.

La Unión General de Trabajadores –UGT- nace a finales del siglo XIX y es matriz del Partido Socialista Obrero Español –PSOE-. Durante mucho tiempo, quien se afiliaba al partido socialista se obligaba a afiliarse al sindicato hermano. En sus orígenes, sindicato y partido son organizaciones revolucionarias en sentido bolchevique (socialismo real distingue Stalin de la socialdemocracia a la que llamaría socialfascismo o socialismo burgués). Hoy está perfectamente demostrada y documentada la participación activa y constante de sindicato y partido en la desestabilización de los gobiernos de la República (burguesa) en los que no participaban. Hasta echarla abajo. Provocada la Guerra Civil, el partido socialista se debilita y pierde respaldo al ritmo que lo gana el Partido Comunista (PCE) Aún así, sindicato y partido socialista asumieron, como el comunista, fielmente las órdenes y estrategias de Stalin, siendo así que hoy día siguen llamando ayuda a toda aquella infraestructura material y humana enviada a España por la que Stalin se cobraría una de las mayores reservas de oro de un banco nacional mundial.

Concluida la guerra, partido y sindicato socialista desparecen los casi cuarenta años que duraría el régimen militar del general Franco. Si puede hablarse de una resistencia política al régimen debe atribuirse totalmente al partido comunista, jamás independiente de Moscú.

Con el declinar del régimen caudillista del dictador se detecta un renacimiento muy restringido (Andalucía, País Vasco y poco más) del partido socialista. Lejos de intentar su aplastamiento, el generalote cuida a estos cachorros, de los que espera que sean en un futuro próximo homólogos de los socialdemócratas europeos. La CIA y los socialdemócratas alemanes les respaldan y financian.

Fallecido Franco, se desarrolla en España un período que se denominó Transición, por la que los políticos, liderados por el rey Don Juan Carlos, acordaron estrategias que favorecieron un cambio pacífico del régimen autoritario a una democracia formal. Con todos sus errores, los españoles salimos, creo yo, triunfales de este original proceso que laminaría a su principal protagonista –Adolfo Suárez, joven político procedente de la nomenclatura franquista- aunque hoy le recordemos con agradecimiento. Hasta su renuncia, Adolfo Suárez hubo de resistir feroces ataques desde todos los frentes. Los socialistas, por ejemplo, recuerdan que el ex presidente Aznar no votó la Constitución –así estaba la derecha en ese momento- Pero ellos tampoco pueden presumir de su actitud de entonces. Una mirada hacia atrás nos muestra un partido cainita, desestabilizador, cebado en el insulto, la difamación, la mentira y la demagogia.
Mucho más leal y comprometida con la democracia resultó la actitud del partido comunista –liderado por Santiago Carrillo- cuya legalización enfrentará a Adolfo Suárez con el viejo orden franquista.

En esos años renace con energía el sindicato socialista UGT, de manera que entonces los dirigentes deciden insuflar una fuerza que no tenía al sindicato comunista Comisiones Obreras (CCOO), con raíces en antiguas formaciones obreras cristianas. Esperaban que un sindicato hiciera de contrapeso del otro, pero casi nunca fue así porque prevaleció la llamada unidad de acción de la izquierda Fueron años de una crisis económica brutal que enganchaba con la crisis mundial del petróleo.

Hasta hoy, el juicio retrospectivo no puede ser bueno. Los partidos han amoldado las leyes a los intereses de unos sindicatos de extrema izquierda sumamente ideologizados, impidiendo el nacimiento o desarrollo de otros menos radicalizados. Al extremo de que en tres décadas y media no ha salido una ley de huelga que limite los muchos estragos que han producido. A cambio, han preferido comprarles llenando sus bolsillos de dinero (formación de parados, devolución del patrimonio sindical y todo tipo de trapisondas)

Por su parte, estos sindicatos siempre han sido remisos a cualquier cambio o adaptación de las periclitadas estructuras laborales franquistas a nuestra incorporación a Europa y al Mundo. Y así siguen: prevalecen aún muchos defectos derivados del proteccionismo franquista. Siendo así que debemos agradecer a nuestros sindicatos de extrema izquierda que, en un país cuya Constitución proclama la igualdad de sus ciudadanos ante la Ley, existan trabajadores con derecho a 8 días de indemnización por año trabajado, otros con derecho a 20 y otros –los más privilegiados- con 40, que tienen su empleo garantizado por imposibilidad económica de indemnizarles, a costa de la precariedad de los otros.

Tres pinceladas más puede arrojar mucha luz sobre ellos. La primera es que se debe al sindicato socialista español (UGT) la mayor estafa inmobiliaria que ha conocido la Humanidad en su historia (el caso PSV) pese a la cual ni un solo sindicalista durmió una noche en un calabozo. La segunda pincelada es el régimen de privilegios en el que viven: no se puede echar sindicalistas de una empresa si antes no se ha expulsado a los trabajadores que no lo son. La figura del liberado sindical, por su parte, garantiza que no trabajen en su puesto de trabajo sino por cuenta de la empresa pero para labores sindicales. Televisión Española absolutamente arruinada, por ejemplo, sufre un cáncer de más de 500 liberados. Los sindicatos presentan esto como una conquista social, pero es una conquista particular porque no beneficia más que a ellos mismos. La tercera pincelada es la imagen de unos sindicatos voceando por las calles contra la privatización de la sanidad –una entelequia que nadie ha osado plantear- cuando ellos gozan de un privilegio que viene de la dictadura franquista por el que los funcionarios del régimen disfrutaban de sanidad privada mientras los trabajadores solamente podían beneficiarse de la pública. Privilegio del que siguen gozando treinta y cinco años después de muerto el dictador.

Relativismo y falta de escrúpulos que explica que cuando España genera nueve de cada diez parados de la Unión Europea estos sindicatos hagan de ariete contra la Comunidad de Madrid desestabilizando desde hace años en favor del partido socialista. A su vez los socialistas acusan a los sindicatos nacionalistas de desestabilizar del mismo modo a su gobierno en el País Vasco. Quien a hierro mata a hierro muere

Posiblemente sean los sustitutos del núcleo duro del régimen franquista. Estamos, no lo duden, ante una verdadera clase que se coloca, de facto, al margen de las leyes.