Politicamoribundia
23/10/2005   Lecturas: 9.805

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España huele a muerto, a cadáver.

Desde que los socialistas se hicieron con el poder –y no digo cómo- España huele a muerto, a cadáver. España es como una vieja que desfallece y va dejando en derredor y paso a paso un olor peculiar, un rastro fétido que denuncia una falta de higiene, tal vez por falta de fuerzas ni para asearse.

Desde que los socialistas se hicieron con el poder –y no digo cómo- se siente en el ambiente un olor enrarecido, el olor que dejaron 292 cadáveres chamuscados en aras de una victoria sangrienta y abyecta que se mezcla –ignoro de qué manera- con el olor de decenas de miles de cadáveres putrefactos. Son los cadáveres gaseados por su aclamado Sadam Hussein.

Desde que los socialistas se hicieron con el poder –y no digo cómo- se siente en el ambiente un festival de muertos que van y vienen, erizados –crispados dicen ahora-. Muertos que se levantan de la tumba hartos de que las antiespañas de todo tipo bailen sobre ella el Zapateado de Sarasate, y no les dejen descansar en paz.

Son muertos de todas las condiciones, muertos que dábamos por muertos, pero a los que la ultraizquierda se dedica, un día si y otro también a levantar a hostias de su prolongado descanso para traerles a una realidad que esta fauna está llevando a las más abisales cotas de miseria moral.

Un muerto poco conocido, pero muy cabal, a fuer de lo que dejara escrito a sus allegados, fue D. Juan Rodríguez Lozano, militar leal a la República, fusilado el 18 de agosto del 36 y abuelo de nuestro actual Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, que nos dejó un escrito en el que perdonaba a sus verdugos y pedía a los suyos que no albergaran deseos de venganza. Es un muerto perplejo que se levanta desorientado porque no entiende qué está haciendo su nieto: por qué les despierta a todos, desde El Cid a Churruca.

Desde que los socialistas se hicieron con el poder –y no digo cómo- queriendo enterrar cada vez más a Franco, resulta que están desenterrando violentamente hasta a Trajano. Y como el elefante en la cacharrería, están reduciendo a cal el osario nacional. Nada más que entre seis y ocho mil muertos se levantaban ayer de su tumba en Paracuellos dejando todo Madrid, y más tarde toda España, bañada en un tufo de impiedad, de falta de respeto, en una peste de vileza que, al trasladarse dibujaba en el nuboso cielo velazqueño como unas letras, entre las que creí entender PSOE.

Y es cuando comprendí que toda la política de esta extrema izquierda es, desde el principio, total y suicidamente ajena a las grandes palabras de D. Juan Lozano, y me percaté de la enorme contradicción de que quienes reclaman a las víctimas de los atentados terroristas de ETA que olviden de inmediato su tragedia de ayer, se muestran totalmente incapaces de hacer lo mismo con su tragedia de hace setenta años. Tragedia de la que fueron, al menos, corresponsables y que la cordura de la Transición parecía haber entregado cabalmente al dictado de la Historia.

Se lo hemos dicho aquí en varias ocasiones, señor Presidente, y se lo reiteramos ahora: Con los muertos no se juega. Claro, que usted lee poco, lo suyo son las películas.